George y Margaret son un matrimonio recién entrado en la tercera edad que tiene la desgracia de ver morir a su único hijo en el instante más feliz de su vida: acaban de tener un nieto. La viuda, pasados algunos años, se vuelve a casar, y ellos son la única familia presente en el enlace. La relación entre la abuela y la madre de su nieto es tensa, pues no se llevan del todo bien. No obstante, ambas adoran al pequeño.



Una mañana, la abuela ve por la calle cómo el nuevo marido de su exnuera le pega una bofetada. A ella y al niño. Y algo cortocircuita en su mente. Está decidida a decirle a la madre que abandone a su nuevo marido y se vaya a vivir con ellos. Por el bien y la seguridad del pequeño. No obstante, cuando va a hacerlo, se encuentra con que la familia ha desaparecido sin dejar rastro.
Convencida de que su nieto está en un lugar peligroso, la abuela logra convencer a su marido para ir a conocer a la otra parte de la familia, con quien presuponen que está el pequeño y su madre. El objetivo, más que conocerles, es realmente el de rescatar al pequeño. Y, en efecto, hay motivos de sobra para ello.
El tono western que salpica toda la película le aporta un punto más de interés
Diane Lane y Kevin Costner forman una sorprendente pareja cinematográfica. Padres en la ficción del nuevo Supermán, ambos saben manifestar la complicidad de las miradas, de los microgestos y de los silencios de quien lleva varias décadas compartiendo mesa. En la película dirigida por Thomas Bezucha saben sacar partido a esta compenetración llevando, además, el interés del relato a través de una historia cargada de matices y de dobleces que amplían la trama más allá de lo que se expone en pantalla.
Narrada con buen pulso, la información se va desvelando con sutileza a lo largo del metraje al tiempo que los protagonistas se van enredando cada vez más en una telaraña de la que difícilmente podrán salir. El tono western que salpica toda la película le aporta un punto más de interés, haciendo que el espectador olvide por instantes que se ubica en la Montana de los años sesenta y de que en lugar de caballos encontramos automóviles.
El principal problema de la obra reside, quizá, en su perfección narrativa. Los giros resultan predecibles, al igual que la justificación en escena de todos los elementos y personajes que hacen acto de presencia en el relato. En este sentido, quizá sería más interesante con héroes y villanos menos transparentes y directos. Sin embargo, se trata de una obra muy disfrutable que aborda un tema universal: el sentido de la pérdida.