Vis a Vis nacía bajo una alargada sombra naranja y sobre la perniciosa tradición de lo que es, para algunos, todo un subgénero erótico-carcelario. Apuntaba maneras ya desde sus orígenes. Recuerdo que me gustó especialmente el piloto, a pesar de sus travesuras de guion. Esta noche la ficción de Globomedia para Antena 3 llega a su fin después de haber presentado una digna batalla en el funesto campo de la muerte del share, y de haber además roto varias lanzas de importancia en lo que a la ficción nacional televisiva se refiere.
Porque, estrategias comerciales de cadena aparte, lo cierto es que en Vis a vis han sabido hacer el drama interesante. Y por interesante me refiero a todo lo atractivo que tiene que ser un drama en la televisión comercial en abierto. Ya no basta sólo con poner un romance por aquí y un triángulo por allá para que cuadren las cuentas; ya no es suficiente con enseñar cacha juvenil en los primeros veinte minutos de dramedia coral en multicámara; ya no bastan Povedillas ni chismorreos de costureras. El público ha descubierto otras formas de ver, otras maneras de consumir, y si quieres que se queden atentos a tu emisión en directo tienes que ofrecer algo distinto.
Y lo han sabido hacer. De entrada con la inclusión sin paños calientes de toda la ambigüedad moral que puede tener y tiene el ser humano. Maca es la buena, pero engaña, estafa, manipula y hasta mata en pos de sus intereses, como haría su padre, como haría su madre y su hermano; Zulema es la mala, pero al final no persigue otra cosa que un amor perdido y una libertad ansiada lejos, muy lejos de todo. ¿Cómo no empatizar con ambas? ¿Cómo encontrar un lugar equidistante?
Si hace apenas un lustro hubieran sugerido en los pasillos de Globomedia que la clave del éxito iba a estar en la tortura, la crueldad y el odio salvaje de personajes viscerales emplatados desde el realismo probablemente la carcajada habría retumbado en todas las cadenas. Y si además hubieran añadido que el protagonismo coral de la serie iba a introducir resonancias andaluzas, latinas, gitanas y marroquíes quizá la risa se hubiera traspuesto en mueca de condescendencia.
La dejan en lo más alto, bien para que muera con dignidad o bien para que en su estertor puedan cuadrar por fin los números
Es cierto que la senda del policiaco está más que trabajada en el panorama patrio y que no son pocas las propuestas que han ido desbrozando el camino, desde El Príncipe a Sin Identidad, pero el golpe sobre la mesa que ha dado Vis a vis sin duda me parece que ha servido para descuartizar del todo a la señora de Cuenta, envolverla ordenadamente en pulcros sacos de basura y, al estilo Dexter, arrojarla al océano de los errores del pasado donde yacen las hombreras y los pantalones de campana.
Esta noche llega a su fin la que ha sido, con todas sus trampas, retruécanos y oquedades de guion, una serie puntera de la nueva era post streaming. La dejan en lo más alto —dramáticamente hablando, en todos los sentidos—, bien para que muera con dignidad o bien para que en su estertor puedan cuadrar por fin los números, únicas grafías que parecen molestarse en leer los responsables de estas cosas. Una pena, en cualquier caso, que muera tan joven. Personalmente creo que algunos personajes tenían más recorrido; que podría haber habido vida —presupuesto mediante…— más allá de los muros de Cruz del Sur, y que incluso se podría haber convertido —si no lo es ya— en un producto referente de la casa en todas sus ventanas de explotación. No ha podido ser. Descanse en paz.