


Dicen que, antes de morir, David Bowie pudo ver parte del trabajo de su hijo y quedó complacido al descubrir que estaba trabajando en lo que más le gustaba. No cabe duda de que probablemente Duncan Jones, que dirige y firma el guion, sea un entusiasta de la saga de videojuegos que ha llevado a la pantalla y no es de extrañar, por tanto, que haya querido realizar una pieza con un cariño y cuidado apreciables. Sin embargo, también se atisba una pretensión aun mayor que la de la fidelidad: Jones ha pretendido hacer buen cine.
Comandados por el orco brujo Gul’dan, la orda se dispone a abandonar su tierra esquilmada para conquistar a través de un portal dimensional el fértil reino de los hombres. Asediados por el avance orco, los humanos delegan su defensa al mago Medivh, su guardián protector, junto al comandante de la caballería, Anduin. Sin embargo, algo se tuerce en ambos bandos: los poderes de Medivh, corrompidos por la magia malvada del enemigo, empiezan a flaquear y Durotan, un jefe orco, comienza a poner en duda la viabilidad del plan de su líder brujo. En medio de la refriega, Garona, una mestiza mitad orca mitad humana, tendrá que decidir a qué bando quiere pertenecer.
Fiel heredera de su referente digital, la película abusa del colorista mundo del CGI con un despliegue en ocasiones rimbombante y hasta ridículo de animaciones exageradas. La interpretación renquea en prácticamente todos los personajes, especialmente en Travis Fimmel, cuyo remedo del televisivo vikingo que lo ha alejado de su trayectoria de modelo de calzoncillos no llega ni por asomo al nivel emocional que requiere el personaje que interpreta en Warcraft. Los pasajes se pierden entre el humor, la tontuna y la violencia injustificada. Pero, a pesar de todo, se trata de una película con muchos más aciertos de los que se podrían esperar de un blockbuster diseñado para barrer la taquilla desde mucho antes de su gestación.
La obra de Jones se embarca en una epopeya de corte mitológico que otorga a cada personaje un trasfondo y una ambigüedad del todo interesantes. Las diatribas a las que se enfrentan abordan temas trascendentales como la paternidad, el sacrificio, la pertenencia a un grupo, el respeto a la ley o la dependencia de los poderes superiores para garantizar la supervivencia. No es casual que el orco que acaba de ser padre sea quien ponga en duda la viabilidad del plan de asedio y exterminio desarrollado por su líder; no es casual que el rey benevolente sea finalmente el más susceptible a los engaños de sus consejeros. Con todo, la trama que resulta más interesante es la de la orca mestiza, heroína trágica que terminará por encontrar su hueco en uno de los bandos, a pesar de tener con ello que erigirse en enemiga de aquellos a los que ama.