¿Cuál sería el mejor momento histórico para cometer el mayor robo del siglo en España? La respuesta parece clara: durante el instante en que el jugador Andrés Iniesta marcó el gol de la victoria en el mundial de 2010. Pocos segundos tan claros como ese en el que todo una país estuviera distraído mirando alguna televisión. Al menos así lo han pensado los ladrones que pretenden asaltar la caja fuerte del Banco de España, una de las mejor custodiadas del mundo —o eso dicen—.



La película de Jaume Balagueró tiene acento español, pero solo en apariencia. Su reparto internacional y su metraje bilingüe la comprometen a un viaje ultramarino del que, de hecho, ya viene de vuelta: se ha estrenado en 22 países antes que en España, en algunos directamente en streaming. Con un reparto internacional copado por rostros conocidos del entorno televisivo —caras habituales de Juego de Tronos y The Good Doctor—, la película juega a exponer dos realidades a la sazón irreconciliables: por un lado, la fría y calculadora lógica anglosajona y, por el otro, el temperamento y la forma de ser latina.
Así, un pirata que quiere robar un tesoro se alía con un muchacho recién graduado de Cambridge que aparentemente tiene una mente brillante; con un ex-soldado especialista en buceo de apnea; con una ladrona de guante blanco, con un informático y con Luis Tosar, y no tardan de acceder con profesionalidad milimétrica a todos los planos, videocámaras, líneas de comunicación y demás parafernalia relativa al botín que pretenden robar. Todo muy cool, todo muy pro.
Para estar a la altura, el film sitúa de manera muy gratuita la fortaleza inexpugnable del Banco de España en la misma línea de sofisticación, provocando inevitablemente que el espectador levante una ceja. La película presenta una caja fuerte instalada entre ingeniosísimas y faraónicas medidas antiexpolio, dignas de toda movie heist que se precie. No obstante, coloca como operarios de esta compleja tecnología a ineptos españoles aficionados a saltarse todos los protocolos, especialmente cuando hay fútbol.
De este modo, la película de Balagueró se defiende bien en la peripecia, pero resulta fría y artificial en las relaciones humanas. Los personajes actúan como autómatas con poca alma —especialmente el protagonista—, logrando por contraste que los torpes españoles terminen por parecer más reales e interesantes.
Sin embargo, no se puede negar que la obra cuenta con todos los ingredientes que puede esperarse el aficionado a las historias de robos: el plan, los inconvenientes, la fortaleza inexpugnable, la mentira y todo lo que, objetivamente, le dan a la obra su razón de ser.