En los años setenta la pornografía en los Estados Unidos era un género que entraba en el limbo. Un cambio doctrinal que hizo más permisiva la legislación sacaba este tipo de producciones de la clandestinidad y las llevaba directamente a los cines del centro de Nueva York. Ya no era algo prohibido, pero seguía siendo algo inmoral. Especialmente para gran parte de la población de mentalidad conservadora del llamado “cinturón bíblico”, Estados sureños de tradición evangélica entre los que están ambas Carolinas, Alabama, Georgia, Tennessee y, por supuesto, Texas.



Por ello, que una troupe de artistas para adultos decida realizar un rodaje precisamente en una granja de esa zona implica un conflicto ya de saque. Y más tratándose de una producción pornográfica interracial. Por ello, el planteamiento de la obra de Ti West, X, ya de por sí implica una problemática mucho mayor que el mero hecho de rodar algo medianamente ofensivo.
Los propietarios de la granja donde se va a rodar la película porno no son conscientes de la finalidad real del grupo de jóvenes que les han alquilado el cobertizo. Ambos ya en la senectud, el marido parece un viejo cascarrabias que, escopeta en mano, mira con malos ojos a todos los sujetos con pinta de hippies que se han instalado en su propiedad. Y su mujer, la anciana Pearl, parece que empieza a sufrir los estragos de la demencia senil. No obstante, nadie podría imaginar que el sonido de los gemidos que le llegan desde el otro lado del porche terminen despertando en ella la nostalgia de su juventud. Una nostalgia que terminará tornando en ira asesina.
Elaborada con descaro, la película de Ti West, que cuenta con Mia Goth también en la producción además de frente a las cámaras, sirve de homenaje al género de terror independiente de la generación que terminó cambiando Hollywood. No sólo están citadas obras de corte sangriento como La matanza de Texas o Viernes 13, en su desarrollo también se homenajean otros clásicos del periodo, comoPsicosis o Easy Rider, que, pese a su escasa calidad técnica —muchos se rodaban en 16 mm o con equipos televisivos— terminaron reconfigurando el lenguaje cinematográfico y dando pasos agigantados hacia la posmodernidad.
La película, que ya espera una secuela titulada Pearl, es un slasher gamberro, obsceno y con instantes gore que juega las cartas del subgénero del grupo de jóvenes atrapados en el clima hostil y salvaje de la América profunda mientras un asesino despiadado trata de darles caza.
Y en esa tesitura hay que entenderla. Probablemente no tenga los personajes más profundos ni la trama más enrevesada, pero tampoco lo pretende. Una película muy recomendable para los amantes del terror. O del porno.